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| Sandro Botticelli |
Rincones del alma callados, dormidos, escondidos. Yo quieta como la tarde que cae sin saber que va ser noche, rara sensación de que lo inevitable va a pasar.
Soy la nada que pierde la forma y muta, la piel se desprende, desdibujada figura, desolado momento del que sabe que la ausencia dura lo que la eternidad y rezo.
A los dioses del olvido ofrendo lo que de mi vieron, caigo, me entrego, renacida soy sin miedo;
no prometo nada que no tenga, no conjuro daño, renacida soy sin culpa.
El vacío está instalado y pienso en otra lengua, en otros ojos, en otras manos que digan si sigo, si es peligrosa la oscuridad o es en ella que me debo encontrar.
Ocupo el lugar de donde fui excluida, lo sé mio y perdono;
dolorosa manera de sanar que llega en el instante que tres letras me nombran, despierto el deseo, ya veo mi sombra, mi reflejo en el espejo, en movimiento estoy y soy salvada.
Me pregunto si la clave está en la noche que prometí no dejarte sola, o en la mañana cuando la tierra se abrió y mi helado espíritu un roto canto dejó.
Un amor profesado en el origen es la eternidad, las velas cuando arden son de mí, el amuleto desgastado siempre es de vos, dejo lo que traigo, doy lo que llevo y empiezo, renacida soy sin abandono.
Ojos proyectan mi imagen, corpórea estoy, nada que ocultar, nada que demostrar, de vos estoy hecha y lo deseo compensar, decido mi credo, renacida soy sin vergüenza.
Yo quieta como la noche que cae sin saber que va ser día. Rara sensación de que lo inevitable va a pasar.
